¿A quién siento en la mesa presidencial?
Si tienes suerte y tanto tus padres como los de tu futuro marido están casados, parece que lo tienes fácil. Siempre y cuando ese sea vuestro deseo, podréis sentaros con los padres de ambos a disfrutar de la velada.
La historia llega cuando los padres de ambos (o de uno de vosotros) están separados. Las posibilidades son mil:
– Mis padres están separados pero se llevan bien
– Mis padres están separados y ambos tienen pareja
– Mis padres están separados y solo uno tiene pareja
– Mis padres están separados y no se soportan
Si estás en la situación del primer punto, casi te ha tocado la lotería. ¡Podréis disfrutar de una mesa presidencial para seis en vuestra cena y recordar aventuras!
Si ambos tienen pareja, estáis en un interrogante interesante; ¿hago una mesa presidencial gigante? o ¿siento a mis padres y a sus parejas separadas? Ahí lo debes decidir tú, o bien, seguir leyendo y buscar inspiración. Si te encuentras en la tesitura de cualquiera de los otros puntos ¡También tienes que seguir leyendo!
Mi experiencia
Tanto señor marido como yo, tenemos padres separados y todos han rehecho felizmente sus vidas. Así que, la historia era si queríamos sentarnos los diez y así nos pasaríamos la cena hablando del tiempo.
Yo no paraba de darle vueltas ¿quiero estar con todos, o solo con algunos? y no hacía más que agobiarme y agobiarme… Unas cuantas canas después, me planté en Pinterest a buscar inspiración, ¡Y la encontré! ¡Mesa presidencial para dos! Además, vi que era una práctica cada vez más extendida en las bodas americanas.
Así que, móvil en en mano y con unos cuantos pines recolectados y la moda por banera, esperé el momento oportuno para decirle a mi marido; “¿Y si cenamos solos? En Estados unidos se lleva un montón”. Ese fue unos de los grandes: “Trágame tierra”. No sabía si señor marido iba a llamar directamente al 112 por emergencia de locura transitoria, o simplemente, se iba a echar a reír.
“Será un buen momento para estar solos y reírnos de las veces que te habrás tropezado! jajajaja…”
¡OMG! ¿Eso era un sí? A mi también se me había pasado por la cabeza si contaríamos el número de veces que me tropezaba ese día (sí, así soy yo ). Y no sé si fue la sonrisa que vestía o la respuesta, pero en ese momento me dije a mi misma que por algo le había elegido. Y tan mágicamente me quité ese peso de la cabeza para poder pasar a otro tipo de preocupaciones.
¿Qué ganamos?
¡Pues bastantes cosas! Pudimos reírnos de la cara de bobo del otro, de los momentos que habíamos pasado, disfrutamos de nuestra complicidad… Pero una de las mejores cosas fue que la gente nos hacía visitas. Los invitados no tenían ningún pudor para acercarse a la mesa a charlar un rato, hacerse selfies y un montón de cosas más. Así que, ¡fue una cena inolvidable!